Al llegar a San Boi de Lluçanès, poblado de quinientos habitantes en la zona catalana de los montes Pirineos, nuestro anfitrión, y panadero del pueblo, me envía un mensaje via WhatsApp invitándonos a pan y coca, pa i coques en catalán.

Hasta ese momento solo conocía dos acepciones de la palabra coca: la bebida azucarada y la planta de hojas estimulantes. No pensé que me estuviera invitando a darme un pase de cocaína, y no me entusiasmó en nada la idea de beber Coca Cola. Presentía que algo no cuadraba.

Caminamos dos minutos desde el apartamento y atravesamos la plaza nueva del pueblo que lucía lazos amarillos atados por doquier en protesta por los arrestos de los políticos independentistas catalanes. A pocos pasos entramos al forn, o sea la panadería.

El panadero no estaba presente y la mujer detrás del mostrador lucía abrumada atendiendo a varios clientes. Fuimos al bar ubicado a pasos de allí y preguntamos por Daniel Pla. Luis, el cantinero, apuntó en forma de pregunta en dirección del forn, con su mano protética, si habíamos hablado con su madre quien atiende la panadería. Ante la negativa, él se ocupó inmediatamente de llamarlo por teléfono. Del aluvión de palabras catalanas que platicó con Daniel, entendí que estaba a punto de llegar. Al terminar la llamada, Luis ofreció en ayudarnos en lo que fuera necesario durante nuestra estadía de seis días.

Daniel bajó de su vehículo utilitario deportivo Mercedes Benz, me estrechó su mano y sonrió dándonos una cordial bienvenida. Preguntó si todo estaba bien con el apartamento y luego nos invitó a pan y coca. La señora detrás del mostrador, su madre, seguía muy ocupada. Daniel le indicó que nos proveyera con pan y cocas. Ella despachó al cliente que atendía y, haciendo esperar a los otros clientes antes de nosotros, nos regaló una hogaza de pan y dos trozos de coca. La coca es un pan cocido en el horno, como una pizza, que puede estar cubierto parcialmente con queso, bacon (así lo llaman), pelo de ángel, crema, atún, aceitunas, azúcar o chocolate. La coca se porta muy bien como postre, merienda, o desayuno. Es buena amiga del café. Mi coca preferida es la de pelo de ángel.

Al día siguiente, domingo, el timbre de la puerta sonó. Abrí y encontré a una mujer acompañada de una niña, y con dos medias cocas en sus manos. Daniel, su cuñado, le había pedido que nos trajera cocas de regalo. Fue un bonito gesto y de alguna manera quería reciprocarlo. Las invité a que entraran, pero rápido se disculparon porque al día siguiente la niña tenía que levantarse temprano para ir al “cole“ (colegio).

El lunes pasamos por la panadería para pagar el alquiler del apartamento. Le pregunté a Daniel si podíamos ver el horno de leña que es famoso en la comarca de Lluçanès. El horno es la última de tres paradas de la llamada “gira del pan”. En la primera se puede apreciar el cultivo del trigo en una finca, y en la segunda la molienda del mismo en una fábrica. Hace décadas sus padres comparon el edificio y continuaron la tradición de cocer el pan con leña, que había iniciado el dueño anterior. Daniel y su hermano son los panaderos oficiales asistidos por dos jóvenes senegaleses provenientes de Dakar. Todos quedaron impresionados cuando Petra inició una conversación con ellos en wolof, el idioma de Senegal, Gambia, y Mauritania. Nos quedamos pensando en la travesía, o mejor dicho la odisea, que tienen que haber atravesado para llegar a este rinconcito de los Pirineos desde su tierra natal. Era obvio que se sintieron alegres de hablar su idioma. La madre y la cuñada de Daniel atienden la venta y compra de los productos de la panadería.

Daniel Pla, artesano del pan.

Daniel y su hermano alternan días de trabajo. Normalmente se levantan a las 3:00 para preparar y cocer 200 kilos de masa todos los días. Es mucho más pan de lo que el pueblo puede consumir, pero es que la panadería provee pan, cocas y otros productos a innumerables residentes de la comarca de Lluçanès.

El pan es de excelente calidad en las distintas formas que lo producen. Es crujiente por fuera, y semi firme por dentro. Ideal para comerse solo o en emparedados. El sabor es algo fuera de este mundo. Mejor dicho es algo del mundo de Lluçanès porque la leña usada para cocer el pan y las cocas tiene el aroma de esta bella zona de cataluña. Ese aroma de montaña, madera, y verde se siente en la nariz y en el paladar en cada bocado.

El día de nuestra partida pasamos por la panadería antes de tomar carretera rumbo a Francia para recoger algo especial que habíamos ordenado. Son unas pequeñas y exquisitas bolas cubiertas de piñones y rellenas de crema de mazapán, ambrosías que deleitan el alma y el cuerpo. Nos llevamos veinticuatro, de las cuales quedan cuatro. Cuatro instancias que nos permitirán estar más cercas de los dioses.

Antes de irnos, Daniel nos obsequió con un pan acabado de salir del horno. Calientito. Lo mantuve a mi lado durante el viaje a Nîmes, y al día siguiente a Zürich, y de vez en cuando lo pellizcaba para regalarle a mi paladar un recuerdo de Lluçanès.

Vista de los montes Pirineos desde la comarca de Lluçanès.

2 Comments

  1. Qué bello el relato, lleno de olor y sabor de pan recién horneado. El pan es para mí un símbolo de Paz y Amor. Los que negocian La Paz en zonas de conflicto deberían intercambiar panes entre los afectados por el odio. El pan mueve montañas
    Petra siempre nos sorprende con algo increíble como la comunicación en Wolof que sostuvo con los panaderos ayudantes. Un beso para ella.
    Un abrazo y besitos,
    Tere

    1. Author

      Querida Teresa, me agrada mucho leer tus comentarios. Muchas veces, cuando publico entradas en el blog, pienso en cómo vas a reaccionar y qué comentarás. Estoy agradecido por tu lectura y comentarios. Rubén

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